“El periodismo no es una actividad que sirva para alimentar la vanidad personal, sino una profesión que debe estar al servicio de la verdad.”
En tiempos donde las pantallas gritan más que las palabras, donde los likes pesan más que los hechos, y donde la noticia a veces parece un producto de temporada, esta frase resuena como un llamado. No es una consigna romántica ni un slogan de ocasión. Es una advertencia. Es, quizás, la última línea de defensa frente al cinismo.
El periodismo nació incómodo. Incómodo para los poderosos, para los manipuladores, para los que pretenden que la realidad entre en sus moldes prefabricados. Ser periodista no es posar ante una cámara, ni ganar seguidores con frases rimbombantes. Ser periodista es caminar con los pies embarrados en la verdad, aunque duela, aunque cueste, aunque te deje solo.
Cada palabra que se publica es una responsabilidad. Cada silencio, también. Porque el periodismo no es neutralidad: es compromiso. No con un partido, ni con un gobierno, ni con una agenda. Es compromiso con la verdad, esa incómoda, esquiva, a veces indeseada verdad que pocos quieren ver pero todos necesitan conocer.
Hoy, más que nunca, el periodista no puede ser cómplice del espectáculo ni rehén del algoritmo. Tiene que ser testigo incómodo, voz del que no tiene voz, guardián de lo que se intenta esconder.
Feliz día a quienes entienden que la palabra es un acto. Y que ejercer el periodismo no es lucirse, sino ofrecerse. Al servicio de la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario