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lunes, 23 de septiembre de 2024

La sed de los dolidos.


Ese dĆ­a estaba todo perdido. Este columnista, que nunca decide entre periodismo y literatura, como asĆ­ tampoco en armonizar el encuentro de ambas escuelas, tiene la tendencia a exagerar. 

El aburrimiento que anima a la creaciĆ³n desesperada, se habĆ­a vuelto abulia. Ese dĆ­a, exactamente ese, transitaba por una tristeza pesada. Venimos de meses en los que todos los pactos preexistentes han perdido su valor. La miserabilidad se desnuda sin tapujos en cualquier esquina y uno, tan roto, se topa con la maraƱa que tejen los obtusos creyendo que aprenden crochĆ©. 

La sintomatolgĆ­a de la decepciĆ³n aplasta y la opciĆ³n estructural del escepticismo se explaya frente a los ojos y el intelecto.

Esta secciĆ³n, que se desarrolla a fuerza de anĆ©cdotas a veces fallidas, tampoco estĆ” vez, abandonarĆ” la tendencia. 

Una querida amiga insistiĆ³ ante el desgano con compartir cena. 

Una conocida suya serĆ” de la partida, y para ella, la simpleza gastronĆ³mica del pollo al vino es una buena excusa para el encuentro.

DudĆ© en asistir. Si voy, me dije, tengo que llevar el peso que me agobia y el dolor que no cesa. La decisiĆ³n de ir fue la correcta. La quiero mucho. Ella ha estado en cada desbarranco emocional; en el abrazo, la contenciĆ³n amorosamente desinhibida de la amistad. 

La charla comenzĆ³ con las generalidades que abundan en lo cotidiano. El vino de menos de dos lucas endulzĆ³ mis amarguras y los tres hicimos de una noche a media semana, el espacio de la reconciliaciĆ³n con la vida. Desandamos nuestras miserabilidades burguesas; fuimos para ser. 

Pudimos vernos con la temerosidad de una valentĆ­a de la que carezco y no mejoramos el mundo, pero reĆ­rnos de aquello que muchas veces creemos ser, nos puso a disposiciĆ³n de albergar alguna esperanza tĆ­mida pero al fin decidida en el esfuerzo por dignificar la casi segura derrota. 

Ya sĆ©, filosofar como en la peluquerĆ­a y con la panza llena suele desconectarnos de la urgencia de la tripa que demanda. 

Debo aclarar que su pertinente alocuciĆ³n se hace indispensable como crĆ­tica, pero viendo de donde venĆ­a mi Ć”nimo, me permito ilusionarme aĆŗn en un mundo en destrucciĆ³n. La sinceridad descarnada que cuida sutilmente el dolor del otro, es un acto amoroso destacable. 

Terminada la cena y tras la gentileza de acercar mis despojos en automivil mi domicilio, ingresĆ© a la casa con la irregularidad que demanda el paso cuando uno va de la mano de varias copas de tinto. Agradezco a una Paulita que hace mucho se recibiĆ³ de Paula, por esas convicciones irreductibles que practica a pesar de tanto desconsuelo. 

Apenas caĆ­do en el resguardo de la silla, hablĆ© por telĆ©fono con el principal gestor de este medio y en mi trĆ”nsito alcohĆ³lico escribĆ­ una de las columnas que cada quince dĆ­as se ocupa en editar una revista que acaso usted reciba. Se reordenaron los engranajes de mi pequeƱa resistencia. Mi humilde colaboraciĆ³n en el entendimiento del la funciĆ³n de esta brutal maquinaria de aniquilar sueƱos, que intenta desbaratar la violencia explĆ­cita en la construcciĆ³n cotidiana de los dioses del humo.

La elaboraciĆ³n de la propia verdad es mĆ”s valedera si se construye con otros y con otras. Me tomaron las dos de la maƱana, en esta tarea de hacer con el no haciendo.

El Ć­ntimo sentido de la creaciĆ³n en ese andar con las bienvenidas contradicciones.

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