Ese dĆa estaba todo perdido. Este columnista, que nunca decide entre periodismo y literatura, como asĆ tampoco en armonizar el encuentro de ambas escuelas, tiene la tendencia a exagerar.
El aburrimiento que anima a la creación desesperada, se habĆa vuelto abulia. Ese dĆa, exactamente ese, transitaba por una tristeza pesada. Venimos de meses en los que todos los pactos preexistentes han perdido su valor. La miserabilidad se desnuda sin tapujos en cualquier esquina y uno, tan roto, se topa con la maraƱa que tejen los obtusos creyendo que aprenden crochĆ©.
La sintomatolgĆa de la decepción aplasta y la opción estructural del escepticismo se explaya frente a los ojos y el intelecto.
Esta sección, que se desarrolla a fuerza de anécdotas a veces fallidas, tampoco estÔ vez, abandonarÔ la tendencia.
Una querida amiga insistió ante el desgano con compartir cena.
Una conocida suya serÔ de la partida, y para ella, la simpleza gastronómica del pollo al vino es una buena excusa para el encuentro.
Dudé en asistir. Si voy, me dije, tengo que llevar el peso que me agobia y el dolor que no cesa. La decisión de ir fue la correcta. La quiero mucho. Ella ha estado en cada desbarranco emocional; en el abrazo, la contención amorosamente desinhibida de la amistad.
La charla comenzó con las generalidades que abundan en lo cotidiano. El vino de menos de dos lucas endulzó mis amarguras y los tres hicimos de una noche a media semana, el espacio de la reconciliación con la vida. Desandamos nuestras miserabilidades burguesas; fuimos para ser.
Pudimos vernos con la temerosidad de una valentĆa de la que carezco y no mejoramos el mundo, pero reĆrnos de aquello que muchas veces creemos ser, nos puso a disposición de albergar alguna esperanza tĆmida pero al fin decidida en el esfuerzo por dignificar la casi segura derrota.
Ya sĆ©, filosofar como en la peluquerĆa y con la panza llena suele desconectarnos de la urgencia de la tripa que demanda.
Debo aclarar que su pertinente alocución se hace indispensable como crĆtica, pero viendo de donde venĆa mi Ć”nimo, me permito ilusionarme aĆŗn en un mundo en destrucción. La sinceridad descarnada que cuida sutilmente el dolor del otro, es un acto amoroso destacable.
Terminada la cena y tras la gentileza de acercar mis despojos en automivil mi domicilio, ingresé a la casa con la irregularidad que demanda el paso cuando uno va de la mano de varias copas de tinto. Agradezco a una Paulita que hace mucho se recibió de Paula, por esas convicciones irreductibles que practica a pesar de tanto desconsuelo.
Apenas caĆdo en el resguardo de la silla, hablĆ© por telĆ©fono con el principal gestor de este medio y en mi trĆ”nsito alcohólico escribĆ una de las columnas que cada quince dĆas se ocupa en editar una revista que acaso usted reciba. Se reordenaron los engranajes de mi pequeƱa resistencia. Mi humilde colaboración en el entendimiento del la función de esta brutal maquinaria de aniquilar sueƱos, que intenta desbaratar la violencia explĆcita en la construcción cotidiana de los dioses del humo.
La elaboración de la propia verdad es mÔs valedera si se construye con otros y con otras. Me tomaron las dos de la mañana, en esta tarea de hacer con el no haciendo.
El Ćntimo sentido de la creación en ese andar con las bienvenidas contradicciones.
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