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viernes, 13 de septiembre de 2024

Sherwood si, Hood no

Por Martƭn BarandiarƔn

Temprano, alguno o alguna de ustedes dirĆ” demasiado temprano para lĆ”grimas, una columna radial a cargo de Alicia Castro (si, orca y tal vez comunista) crea un interesante paralelismo entre el proyecto represivo del gobierno y la teorĆ­a del SĆ­ndrome de Sherwood, una estrategia tĆ”ctica policial desarrollada por David PiquĆ© durante su mandato como Comisionado General de Coordinación Territorial para los Mossos d’Esquadra. Con diferentes variantes, es una estrategia utilizada por los cuerpos policiales mĆ”s represivos del mundo, y su finalidad es clara: buscar la confrontación para justificar la posterior represión y lograr daƱar lo mĆ”ximo posible la imagen pĆŗblica de los manifestantes. Algo asĆ­ como un Robin Hood y sus menesterosos indeseables en un bosque de Sherwood rodeados para sufrir las consecuencias de sus delitos y el resto del territorio para los sumisos temerosos bajo el poder del imperio. Estignatizar, para el caso argentino, a quien manifieste pĆŗblicamente ejerciendo su derecho a la protesta. 

La leyenda que ya hemos disfrutado en diversos formatos, basa su desarrollo en cómo un grupo vandÔlico a las órdenes de su líder, roba a los ricos para repartir el botín entre los pobres. Toda una metÔfora que nos enamora, en la que el rol teórico del justiciero se derrumba cuando en la prÔctica se pone en riesgo la seguridad y hasta el derecho de propiedad de la que carecemos. La provocación, la redada, la violencia de las fuerzas represivas de la mano armada del estado. La potestad de la ley y el orden. El ejercicio que restaura la normalidad frente al intento subversivo de vaciar de sentido el organigrama del poder.

En un textual del informe de David PiquƩ se expresa:

"Incluso si la concentración o manifestación, que es lo que estamos hablando, no se prevĆ© bastante violenta, se puede llegar a provocar un poco, con detenciones poco justificadas y nada pacĆ­ficas unos dĆ­as antes para calentar el ambiente. TambiĆ©n se pueden hacer «redadas» preventivas a los lugares donde se encuentran habitualmente personas cercanas a la ideologĆ­a de los  convocantes con la excusa de buscar drogas o lo que sea necesario."

"La ’’redada’’ estarĆ” especialmente mal hecha y con trato humillante para encender mĆ”s los Ć”nimos, si es necesario."

"La consecuencia previsible de estos comportamientos previos y el diseƱo del dispositivo policial, es que acabarĆ” con una «batalla campal».”“AdemĆ”s de la estrategia previa, en cuanto algĆŗn grupo descontrolado empieza las acciones violentas, las unidades de policĆ­a ni se mueven y cuando la violencia empieza a ser generalizada, la actuación policial se retrasa deliberadamente hasta que los daƱos producidos son socialmente inaceptables. Es entonces cuando se producen las cargas policiales que en ningĆŗn momento quieren ser disuasoria, no se disimula."

"Se va directamente contra los manifestantes, que ya son considerados vĆ”ndalos, y se les ataca con suficiente velocidad para que no dĆ© tiempo a la fuga y se provoque el enfrentamiento fĆ­sico.”

"Se deberĆ” procurar la detención selectiva de los lĆ­deres para imputarles delitos comunes y evitar la condición de «mĆ”rtir»."

Como puede observarse, la similitud entre el protocolo oficialista y la cabecita del detestable David PiquĆ©  es llamativa.  Parece que se sigue la tendencia MileĆ­sta de copiar y pegar sin blanquear las autorĆ­as. Los hechos suscitados en los casos de movilizaciones populares criollas dejan en claro la intencionalidad  de la brutalidad  de, que ironĆ­a, las fuerzas del orden. Podemos preguntarnos que es "el orden", cuĆ”les sus bases de sustentación,  y dónde estĆ” el lĆ­mite que pone en riesgo la tan mentada convivencia democrĆ”tica. 

Parece que la autoridad moral del "no hay plata"  es el fundamento legal del hambreador, la construcción  del paradigma que todo lo abarca. Que  reacomodar presupuestariamente  prioridades  tales como la obesidad  de la asignación a la SIDE,  las giras cuasi roqueras del primer mandatario, o las conseciones  impositivas para la supuesta y siempre futura lluvia de inversiones, cuentan con fondos suficientes. 

Por bella que resulte la canción del querido Fito, me permito pensar que en algunos casos, no deberĆ­a gustarnos estar al lado del camino. ¿QuĆ© pensarĆ­a don Walter  Scott?

 

Fuentes consultadas  "La GarcĆ­a " AM 750 y  "La mar de Onuba" 

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