Danza la vieja, como un papelito al viento. Abre la sonrisa y canta acidulando levemente el aire caliente. El paisaje de la esquina se honra en presentarla entre rajaduras mal curadas. Un muslo añoso pero aún firme se asoma, tenso. Las manos, animalitos huesudos, despiertan aves adormecidas por broches y lampazos.
Las muchachas recién florecidas se suman para rodearla. Cada quien es una partiendo aguas; sudores de madrugada que maran un mar de huecos y pliegues. La niña, grama negra, baila su pasión de junco rumbo a la semilla.
Se dan un solo beso. Son todas la misma boca. La luna duerme y el olor de la lluvia se rompe, las moja. Las diosas madres sonrĆen desde el exilio, soƱando el regreso.



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