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lunes, 26 de agosto de 2024

Asado: sólo con cuero

Por Martín Barandiaran.

Ya sé que somos humanos; que los ideólogos de bar son puristas que no resisten sus propios archivos. Que muchos ciudadanos  comunes somos valientes de pacotilla y que el destino de un país no se administra ahorrando en gaseosa de marca y anotando en la libreta del almacenero. Que el verdadero compromiso de construir la patria se dificulta porque la idea de  justicia se diluye en la tendencia de la selfie y la brabuconada que empieza y termina en las redes.

Pero ustedes señoras y señores, las y los que han hecho de la política la artesanía de lo posible (esa prolijidad que asquea) déjense de joder. Lo digo por una sarta de dirigentes que desde la cúspide hasta la base se pavonean con discursitos vacios; se quedaron con la cáscara del relato y quien escribe, uno más de los que volvió al mundo de las ideas con quienes desafiaron la concentración económica, la obediencia al poder mediático, la pacatería negacionista de la dictadura; con quienes abonaron la refundación de la unidad de latinoamérica, las universidades populares, la inclusión de las minorías marginadas, los ve retrocediendo en chancletas frente a los nuevos desafíos. No hablo de la vieja o la nueva derecha señores y señoras, la que nunca decepciona porque tiene todas las herramientas que edifican el sentido común. Porque desde siempre diseñaron en la cabeza de los pueblos los supuestos beneficios de engordan a unos pocos para que algún día el derrame de la riqueza, con suerte, salpique a los muchos.

Hablo de aquellas y aquellos que como tienen lleno el ropero se rasgan las vestiduras por el padecimiento del pueblo (uy, cierto que hoy se dice la gente, mala mía), o juegan a transitar la avenida del centro como si en política se tratara de ordenar el tránsito. Miserables que se ocupan de mantener el cargo,  el laburo, mientras derriten los teléfonos para jugar a lo que llaman la rosca. Tibios y tibias que en todos los ámbitos de decisión y con la sonrisita hipócrita ven como se derrumba lo que construyeron aquellos y aquellas a los que le crearon altares de barro. Una dirigencia que mira por el rabillo del ojo a quienes desde el llano, con nuestras miserias (no nos ocupamos de ocultar lo inocultable, tomen nota) no nos resignamos a pesar de evidencia, para convertirnos en enemigos y preparar la mordaza del apriete. Intelectuales de peluquería que desde la blancura de sus fachadas dicen representar a toda la gama de los marrones. 

Podría decir que ya está, que me saqué las ganas, pero según me veo, sería un insulto a tanta postergación propia y ajena.  Y si, las aberraciones de la derecha espantan, pero hay que ser muy cínico para cuidar la quinta de una candidatura o un cargo y no poner la carne al asador (serán veganos), y reivindicar con el cuero lo que se dice, transita el mundo de las ideas. 

No mis queridos, no mis queridas, quien escribe tiene sus pequeñeces, su ruindad; no es un ejemplo a seguir. No hay María ni Magdalena que lo acompañen al cadalso. Se defiende como puede; viejo gato entre la leña que transita sin veleidades el último arañazo que lo arraigue a la vida.

Háganse cargo de sus antiguas o flamantes convicciones. Es cierto que salen bonitos y bonitas en las fotos institucionales. Se los ve felices, satisfechos, jugando a la unidad contra la que conspiran, para luego, fuera de escena, contarse las costillas en beneficio propio. 

Yo seguiré aquí mientras dure. Quien les dice que un día de estos milagrosamente recuperada su sensibilidad, nos tomemos unos mates y charlemos de eso que se les extravió hace bastante. Los avatares de la condición humana que tanto nos angustiaba ¿Se acuerdan?





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