La Unión Cívica Radical ha muerto

El pasado 26 de diciembre, apenas pasadita la navidad y como regalo de reyes, el presidente Javier Milei, recibió en la Casa Rosada a un grupo de diputados radicales encabezados por el titular del bloque de la UCR, Rodrigo De Loredo.

Del encuentro, participaron la Secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el presidente de la Cámara de Diputados Martín Menem, y los diputados Julio Cobos, Soledad Carrizo, Roxana Reyes, Atilio Benedetti, Pamela Verasay, Pablo Cervi, Luis Picat, Martín Arjol, Lisandro Nieri, Mariano Campero, Federico Tournier y Francisco Monti.

La noticia no me sorprendió. Desde 2015 la UCR ha decidido volverse régimen. La viaja causa de los desposeídos pasó a ser la peonada que sostiene los intereses de las corporaciones. 

Una dirigencia genuflexa, se reparte las migajas que la ultraderecha golpista argentina deja caer sobre sus botas. 

El centenario partido es hoy quien limpia el vómito de quienes sumergen a la Argentina no sólo en la decadencia económica sino tambíen en la política y social. 

Quienes pusieron en el banquillo de los acusados y encarcelaron a los líderes del peor genocidio cometido en nuestro país, se sientan hoy a la derecha de quien reividica la dictadura y sus prácticas más aberrantes. 

Todo esto, ante los ojos cobardes de un Martín Lousteau que lejos de liderar enrosca el rabo entre las patas de la ausencia. 

La Unión Cívica Radical ha muerto. Asesinada. Ha sido un homicidio premeditado y con alevosía que tuvo en Ernesto Sanz y Gerardo Morales a sus autores intelectuales. De Loredo no hace más que echar la última palada de tierra a un féretro por demás berreta. 

Marcos Paz no escapa a ese contexto. 

El radicalismo local ha dejado de existir. Los cultores del fracaso encuentran hoy en la derecha local el espacio donde poder hacer gala de toda su oratoria oligarca. 

La oligarquía radical, encabezada por Juan Carlos Rossi, y un ¿dirigente? de poca monta y ninguna trayectoria como Luis Domenianni se sienten más a gusto en el PRO que en el partido al que dicen representar. 

Son los responsables que la UCR haya perdido representación en el concejo deliberante entregando, el espacio y las convicciones que nunca tuvieron al arbitrio de la derecha local encabezadas por Javier Prida y Anabel Arboledas. 

Si con eso no bastaba para firmar el acta de defunción. las autoridades actuales carecen de toda representatividad. 

Solo veintidos personas fueron a votar en la última interna donde una lista única, no de unidad, era la opción para los afiliados. 30 personas se necesitan para completar la lista. Votaron 22.

Los sectores radicales que responden a Curutchet son mayoría en el comité radical. Y lo vaciaron. Expulsado del partido, Ricardo parece tener el control del radicalismo local. 

El presidente Marcos Gagliardi ha quedado solo. Como una culebra ciega se ha mordido la cola. Como presidente no tiene legitimidad. Como concejal, continúa subido al bote de la tibieza, navegando entre las aguas borrascosas del PRO y el pantano nauseabundo de los libertarios.

Las posibilidades de que la UCR mantenga la única banca que le queda son nulas. Es sabido que entre el PRO y LLA se repartiran los 4 primeros lugares en la lista para las elecciones de medio término que se celebrarán este año. Con suerte le ofrecerán del quinto para abajo lo que lo deja fuera del concejo. 

La otra opción es romper con la derecha e ir solo, sin alianzas, y ver que cantidad de votos consigue la UCR por sí sola. 

Probablemte tampoco le alcance, aunque habrá recperado parte de la dignidad que sus antecesores en el cargo regalaron por dos votos.