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lunes, 20 de enero de 2025

El día del tano


El ventilador de techo del bar redobla el esfuerzo pero no hay caso. El viento es caliente, se perlan las frentes pero sólo se consume y se consumirá café y alguna ginebra. La porfía de los derrotados desafía hasta las inclemencias del verano. De eso está hecho el mundo, de abandonados a la mala suerte, dijo alguna vez el viejo Rodríguez que en la escasez  de sus vigilias, cuenta con mayor lucidez que muchos insomnes.

El loco Dedello se sube la camiseta de la acadé y deja entrever una módica pancita empeluzada. Dame un abrazo, mi noble esposa y al calorcito del dulce hogar canta el Mirlo Gómez reproduciendo esta vez el engole de Julio Sosa mientras marca con un círculo rojo en su planilla de fracasos timberos el número 18. Llega el Chocho Maltarenz vestido íntegramente de blanco y lo que más nos sorprende es que el tano Richetti no arranca con su típico heladoo heladoo....

Hasta el viejo Rodriguez mira al tano como si algo de la rutina catervera estuviera faltando a la cita.

La mirada del tano se pierde en la nada. El tipo que siempre está atento a cualquier comentario, hoy no es la tribuna que alienta cada alocución por vanal que sea. 

El loco deja su postura distante y apoyando los brazos en la mesa pregunta en que anda y por donde. Tanito querido, ¿estás enfermo? dice el mirlo sacándose de la napia los anteojos de ver de cerca. 

Nada muchachos, estaba pensando.

La ronda de cafés humeantes se distribuye en la mesa y yo, el desesperanzado de siempre, me pregunto porqué insistir con transitar los caminos de la derrota. El cafe con esta temperatura es una batalla estéril.  Así como necesitamos mantener en alto nuestras convicciones, a esta altura de la soireé, parece que se hiciera indispensable pasarle el plumero a las ruinas. Café con 37°...

El viejo regresa de una de sus siestas y le dice al tano, desembuchá. Richetti resopla, y se pasa por el bozo que nunca llega a bigote, el pañuelo de tela blanco, impecable. Es que el tano siempre está así, impecable. Camisa y pantalón planchados, mocadines color tabaco resplandecientes, un saque de colonia en cuello y muñecas y las mejillas rozagantes y recién rasuradas. 

Me di cuenta de que nunca tuve y sigo sin tener, algo que contar, murmura con la voz para él inusual del dolor. El sonido tembloroso del relato nos conmueve. Pasamos por alto el claro ronquido del viejo y nos miramos sin saber que decir. El Choco, hoy con el cabello entrecano aún chorreante y peinado hacia atrás, asegura que la capacidad de escuchar abre al pensamiento filosófico la posibilidad de la próxima pregunta. Digo...agrega el Chocho a sabiendas de que con lo dicho ni remotamente el tano encontrará consuelo. Por lo que hay para decir, media Dedello que hace tripas corazón y le entra al café desafiando el riesgo del golpe de calor. El Mirlo asegura que conoce a pocas personas más buenas que Richetti. ¿O no muchachos? lanza al aire, como quien quiere compartir la sosobra que le genera la situación. Yo sé que mi juicio de valor sobre el tano, terminaría siendo perjudicial para él y para toda la caterva. 

Gracias muchachos, no aclaren que oscurece dice Richetti y el desconsuelo le hace agua en los ojos. Dedello vuelve a la carga y está vez se despacha con un discurso político que coloca al tano en la masa proletaria que deborada por el sistema un día despierta y decide dejar de formar parte del menú de esta fonda capitalista de cuarta. La intensidad de la proclama le empapa las sienes y los lamparones acuosos de las axilas le empapan la celeste y blanca. 

Lo que para el tano hubiera sido una oportunidad más que propicia para el halago, es una laxa indiferencia.

El viejo Rodriguez estira la mano y agarra fuerte el antebrazo del tano. Parece que el abandono de su dormidera no fuera un síntoma evidente de su narcolepsia sino la resurrección del héroe que durante el sueño acuñó el bronce de la hazaña por venir. 

Tano, sos nuestro amigo y se acabó. Te queremos viejo. Y las razones son cosas nuestras. Tras la contundencia de la reflexión Rodríguez nos mira con la cara del tipo que mata por una amistad y todos, con palabras de aliento y dando muestras de euforia decimos coincidir. En cuestiones de amistad, muchas veces, las razones se vuelven difusas. Es cierto que el tano transita con las luces de posición apenas encendidas. Es cierto que en la orquesta del encuentro apenas si mete una nota decente de vez en cuando. Pero nadie puede negar el amor que nos ofrece. Un sostenedor del sentido del encuentro, del profundo mar de dudas que nos ahoga. El tipo que festeja los goles del otro y que, sin saberlo, siempre te la da redonda.

La caterva se pone de pie y lo aplaude, lo ovaciona. Lo de tano corazón con el que consigue contagiarnos el Mirlo Gómez suena un poco exagerado, pero sabemos que hoy, no está de más. Entre abrazos y palmadas el tano Richetti llora como un pibe. Por mi parte, me veo sorprendido por compartir este festejo. Me cuesta concebir el tránsito por la algarabía. La celebración de la amistad epicúrea, agrega con una inusual sonrisa el Chocho Maltarenz.

Hace bien que tanta soledad sea compartida.  ¡Otra vuelta! dice el viejo y el bolichero sonriente menea levemente la cabeza.

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