¿FrĆo o calor? El dueƱo del bar La Gloria ha perdido el ejercicio del poder sobre las instalaciones. La caterva lo sabe y aunque nunca deja la cuenta pendiente u ocasiona perjuicio al mobiliario, se toma ciertas atribuciones que hacen al funcionamiento del local. SegĆŗn el mirlo Gomez, cumple la función de un padre que no deja de malcriar a sus cachorros y les permite hacer, con un gesto que muta ida y vuelta entre embeleso y preocupación.
Ese jueves todos llegamos en el horario previsto. El tano Richetti, que inusitadamente tomó la iniciativa, se hizo de la redondez de la mesa y tras levantarla, apuntó hacia la vereda. El loco Dedello, que aĆŗn vestĆa ropajes invernales cuestionó la decisión. Adujo que catorce grados se traduce estacionalmente como invierno. El viejo Rodriguez apoyando su interminable geografĆa en el escaƱo y al estar de pie, todavĆa despierto, opinó que como mucho simulaba primavera en gestión. Yo dije que me daba lo mismo y que apurĆ”ramos el trĆ”mite porque necesitaba con urgencia un cafĆ©. El Chocho Maltarenz, con el casco en la mano, fumaba despacio y le decĆa al viejo que estĆ”bamos generando el estadĆo intelectual que pone en juego la sensación del no lugar. Me permito intervenir en el relato con un comentario que puede parecer ajeno, o bien, disruptivo. Cada opinión del Chocho trasciende la mera alocución e ingresa en el terreno del juicio de valor, dependiendo de la lectura de turno, que en estos dĆas es La gramĆ”tica de la multitud que allĆ por los 70 escribió el filósofo italiano Paolo Virno. Si este humilde servidor no se hubiera distraĆdo promediando la sĆntesis que me ofreció el Chocho el martes pasado, podrĆa contarles algĆŗn detalle que explicara esa milonga del no lugar. Considerando que la extensión narrativa de los textos conspira en estos tiempos de urgencias contra el interĆ©s del lector, omito mĆ”s comentarios y vuelvo al debate sobre la temperatura.
La puerta de cuatro hojas de La Gloria, considerada un atributo favorable para el libre ingreso y egreso del boliche, en este caso volvió mĆ”s compleja de decisión. En el tire y afloje de la mesa adentro o la mesa afuera, determinó que la sincha pareciera interminable. Desde adentro, el loco y el mirlo entraban en calor sosteniendo un borde de la mesa. El Chocho, que compartĆa la postura pero a la vez no dejaba de ponerla en duda, observaba el desarrollo de las acciones. El viejo y el tano sudaban desde afuera la gota gorda y miraban a los ocasionales adversarios de la contienda. Yo sonreĆa apoyando la espalda en un Ć”rbol cuya presencia advertĆ reciĆ©n en ese momento.
Tras el absurdo esfuerzo de las partes, la mesa que oficia de escenario de cada función de la caterva, quedó a mitad de camino entre el afuera y el adentro. La ubicación, definitivamente incomoda para el desarrollo de la actividad comercial del bar, no fue el resultado de un acuerdo tĆ”cito o de la voluntad del sufragio grupal. El lamentable estado fĆsico de cada uno de los integrantes de este inocente aquelarre masculino, determinó que cayera allĆ. El viejo, el tano, el loco y el mirlo bufaban entre risotadas mĆ”s o menos detonantes dependiendo de la personalidad de cada uno. El mirlo entonó brevemente que noche llena de hastĆo y de frĆo, aclarando, ya terminado el Sosiano fraseo del tango, que lo de "hastĆo" no correspondĆa a lo acontecido, pero que omitirlo hubiera sido un pecado imperdonable. Con CadĆcamo y el gordo Troilo no se jode dijo, para sentarse y tomar con firmeza el pocillo de cafĆ© con el que ya contaba cada uno de los contertulios. El loco Dedello, de convicciones irreductibles como siempre y desde el lado de adentro, desarrolló entre encendidas metĆ”foras un discurso que hablaba de la lucha como bien indeclinable. En mi responsabilidad de fiel copista de lo acontecido, he decido obviar detalles y dejarlo ahĆ, considerando la escueta sintesis sobre los dichos del loco como suficiente. Para ese entonces, el viejo Rodriguez se hechaba un sueƱito y el tano Richetti se reĆa exaltado, como esos niƱos que se regodean con la travesura que siempre han ansiado protagonizar y al fin han concretado.
Yo, que por pensar el mientras tanto me pierdo el encantador extravió que proporciona el extasis de las pasiones, me quedo con la amorosidad del encuentro con amigos. Que la supuesta intrascendencia de sĆ catorce grados es frĆo o calor proponga la disputa y el debate es en superficie una pelotudez. Sin embargo, poder convivir en la diferencia aceptando las dificultades es digno de destacarse. Ese desacuerdo que se hace ostensible en cada reunión cuenta con bases fundantes en las que estamos de acuerdo. Lo que se pone en discusión es nada menos que el trĆ”nsito que nos permita sacar conclusiones. Somos uno que puede ser a partir de que estĆ”n los otros. DespuĆ©s lo de siempre que no por reiterado pierde su belleza. Maltarenz reflexionando para despuĆ©s poner en duda sus conclusiones; Richetti tomando o no partido para que otro le de opciones; Gómez viviendo cada latido en un tango que sea el nexo entre la idea y el leguaje; Dedello con los brazos que incansables levantan banderas que podrĆ”n deshilacharse pero nunca serĆ”n arriadas; Rodriguez que en sus contados desvelos no deja de sorprendernos con la impronta de la dura realidad; yo creyendo que la observación del resto significa estar vivo.
SeƱoras y seƱores tengan ustedes buenas noches y ¡Salud! Caterva de mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario