En el año 1919, muere en Montevideo el poeta y embajador mexicano Amado Nervo y la nación uruguaya dispone que su cuerpo sea devuelto a su patria en una de sus unidades navales.
La Argentina, presidida en aquellos años por Hipólito Yrigoyen, se suma al homenaje ordenando que uno de sus buques de guerra acompañe al buque uruguayo.
Por disposición del jefe de estado se le ordena al comandante del crucero “9 de Julio” (capitán de fragata Francisco de la Fuente) que escoltase al crucero “Uruguay”, y que al regresar hiciera escala en República Dominicana entonces ocupada militarmente, desde 1916, por fuerzas de EE.UU, cuya bandera flameaba en el país caribeño.
El 6 de enero de 1920, al entrar en puerto asignado y ver que allí no flameaba la bandera dominicana, el Capitán De la Fuente consulta acerca de cuál bandera debía saludar: si la de las fuerzas de ocupación o la dominicana.
El presidente Yrigoyen fue tajante: "Salúdese al pabellón dominicano”.
El 13, en momentos en que los pobladores se dirigían con preocupación a ver que era lo que sucedía en el crucero argentino, el capitán del 9 de Julio iza a tope ese pabellón.
Los pobladores rápidamente entienden el mensaje y cosen con grandes trapos una bandera dominicana y la izan en el torreón de la fortaleza.
Recién allí nuestro buque responde con una salva de 21 cañonazos mientras el pueblo se lanza a las calles.
Ese simple acto, de respeto a la soberanía e independencia de los pueblos, fue el comienzo del fin de la ocupación estadounidense en República Dominicana.
Aquel cañón, que pacientemente esperó honrar a la bandera soberana, se encuentra hoy emplazado en la Avenida Hipólito Yrigoyen en pleno centro de la capital dominicana.
Hipólito Yrigoyen será siempre símbolo de respeto y defensa de los recursos naturales, respeto y defensa de los derechos de los trabajadores campesinos, respeto y defensa de los recursos energéticos, respeto y defensa de los desposeídos.
Porque un desposeído es aquel que ha sido despojado de lo que le pertenecía, por lo que era y es necesario que exista una fuerza, un líder, un Estado que los proteja de quienes primero le arrebatan el presente y el futuro, y luego lo legitiman con leyes que avalan el saqueo.
Yrigoyen será siempre símbolo de respeto de la soberanía de los pueblos. Y lo debe ser ahora más que nunca, ahora cuando desde el poder real se entrega a la Argentina como si fuera un objeto del mercado. Aunque parezca que algunos radicales lo hayan olvidado.
Que el ¡Viva Yrigoyen! que reza la marcha, sea siempre sinónimo de ¡Viva la Patria!. Aunque muchos radicales prefieran mirar hacia otro lado.
Soy Charly Escobar. Desde mis inicios, siempre me he sentido atraído por "La Leyenda del Indomable"..
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