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jueves, 13 de junio de 2024

Ley Bases y el Estado Constitutivo de la República Surrealista de Argentongo

Por Charly Escobar // 



El descontento popular era extremo. La gente se agolpaba en calles y plazas sin distinción de barrios. La escena era repetida en cada rincón del país. 

La incesante acumulación de frustraciones tenía la gota que la hacía rebalsar. El poder y la gloria se encontraban en jaque. 

El poder, subsumido en un solipsismo idiota, no hacía más que ver conspiraciones. Reales, o ficticias; la gran mayoría emanadas desde el poder mismo que a diario necesitaba inventar un enemigo a quien dirigir las broncas generadas por errores de su gestión de gobierno. 

Siempre había un “Emanuel Goldstein” dispuesto a confabular contra su doctrina. Doctrina que por otra parte no era más que el designio divino de Él y que tenía en ella, en “la Piba” su brazo terreno ejecutor.

De las ruinas de una extinta República Argentina se levanta Argentongo, el país que nunca descansa mientras todos sus habitantes duermen. 

De marquesinas rutilantes, no conoce de realidades subterráneas. En él todo es vanidad e hipocresía. Todo es brillo y glamour y a la vez oscuro.

Sumergido entre humo y estiércol padece la más absoluta de las pobrezas: la de alma, la de espíritu, carente de todo principio, y con un único fin.  

Está gobernada por un dios, que viene de un futuro apocalíptico, con el único objetivo de destruir la nación que gobierna. 

En una palabra, o en varias, es él el responsable de ese futuro apocalíptico.

Y en esa eterna y soporífera  rutina las gentes, repletas de resignación esperan en vano, subir el inexistente peldaño que los conduzca a la tierra prometida por quienes rezan el fundamentalismo de la palabra. 

Es extraño ver como los sumergidos celebran el éxito de quienes los sumergen como si fueran sus propios logros.  

Tan extraño como que los cristianos de la antigua Roma festejaran  alborozados cada vez que un león despedazara a uno de los suyos.

Curioso que algunas cosas nunca cambien. Cambian los actores, cambia el escenario, cambia la moneda, el porcentaje, pero el fin último es el mismo.  

La pregunta es cual es “ese” fin. En un viejo manuscrito, hallado a escasos metros de las ruinas de La Rosada, a orillas de lo que otrora fuera un río y hoy un barrio privado, se encontró la frase, impresa en letras de molde, “No la ven, ni la verán”.

Argentongo es un  país en extremo bipolar. No existen términos medios. Todo es antinomia. O apoyás el modelo o lo desestabilizas. O sos amigo o enemigo. Y en esta antinómica bipolaridad crecen, se desarrollan, mutan, se doblan pero jamás se rompen los dos grandes frentes políticos que alternaron el poder en Argentongo y que a la hora de sentarse en la mesa comen todos del mismo plato. 

El sistema político que se impone en Argentongo es el  democrático.  O, para ser más precisos, la neo democracia. Una especie de rara modificación del sistema democrático.

Hay una Constitución que te garantiza un montón de derechos, pero si los ejercés; te cagan a palos, te gasean, te llevan preso bajo el pretexto de ser "un terrorista" que "intenta dar un golpe de Estado". 

Se vive en un estado de sitio "de facto". De facto también están suprimidas esas garantías constitucionales. Son jueces de facto, se condena de facto. 

No es un gobierno de facto, porque fue elegido democráticamente, aunque parece que lo es. Y además le encantaría serlo porque reivindica el accionar de algunos gobiernos de facto. 

A diferencia de lo que ocurría en la República Argentina,  antes de la hecatombe del sistema  político – social, ésta es una democracia de espacios.

El viejo sistema de partidos políticos era por demás previsible. Estaban los de derecha, los de izquierda y los de centro. 

Y en medio de esas coordenadas se encontraban las posiciones intermedias. Los de centro izquierda y los de centro derecha que no eran más que versiones edulcoradas de las posturas extremas. 

Así, cada ciudadano sabía de antemano que podía suceder con cada uno de los postulados ideológicos si llegaban a alcanzar el poder. 

Pero en Argentongo todo es diferente. Ya no existe la derecha, mucho menos la izquierda. Están los de este lado y los del otro. Los que algo reparten y los que no reparten nada. Los que entregan la patria y los que permiten esa entrega. 

Tampoco existen los partidos. Sí los políticos. Que arman frentes electorales de acuerdo a las conveniencias coyunturales. 

Los denominaban “espacios abiertos a todo aquel que quiera participar”. 

En los espacios comunes abiertos a todo aquel que quiera participar entra cualquiera y por lo tanto también sale cualquiera. 

Entendiendo por sale no solo el hecho de que cualquiera lo abandona sino que además resulta cualquiera. 

Es muy común ver a políticos de centro izquierda armar un frente con la centro  derecha  y la derecha extrema para alcanzar el poder que se encuentra en manos de una alianza formada por sectores de la  extrema derecha, la centro izquierda y la centro derecha.  

Es muy común ver también como en función de los intereses personales se entra y sale de cada frente electoral, incluso en pleno proceso eleccionario. 

Es muy frecuente entonces que alguien que quiera votar al oficialismo termine haciéndolo por la oposición o al revés,  sin siquiera darse cuenta de lo que hizo. 

Y en ese subterfugio radica la fuerza del poder.  Un poder con una única ideología. 

La de la perpetuidad del sistema político, económico y social en donde la clase dominante subsume a la clase dominada arrebatándole la capacidad de comprender siquiera del estado de indefensión en que se encuentra.

Tan incapacitada de entender que celebra los despidos, el hambre, la desocupación, la entrega de la soberanía, de los recursos naturales, de la tierra, la historia, el rosquete y la religión sean ajenas o propias. 

El pobre le entrega todo, algunos sin darse cuenta y otros de buena gana, a quien lo empobrece. Y lo hace por ignorancia o por temor al "palazo en el lomo" porque así se ablanda, así se subyuga, así se somete; porque la "letra con sangre entra". 

Los poderosos de Argentongo son los subyugados del patrón del norte que a cambio de riquezas ofrece espejos de color verde. 

Y es con esos mismos espejos con los que se encandila y se deforma la realidad.

Argentongo es un experimento. Un experimento a cielo abierto. El mundo mira. 


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