Por ArĆstides EurquebiĆ© //
El devenir de las horas irĆa dando paso a innumerables frustraciones. La idea de pasar solo la noche, como tantas otras veces, atormentaba la candidez de mi mirada .
DejĆ© atrĆ”s mi scotch ante el absorto repaso del cantinero No hice mĆ”s que acercarme. De ella solo me interesaban sus senos. HabĆa algo en ellos que los hacĆan sentir ... apetecibles
AlzĆ³ la vista ... sonriĆ³.
DisparĆ© una frase que creĆ certera. Acerca de sus ojos De vuelta su sonrisa... mirĆ³ y respondiĆ³: Chanta.
VolvĆ a mi escocĆ©s, mientras el cantinero invita la vuelta a un par de parroquianos vencidos por la nostalgia de ya no ser lo que nunca fueron.
RecordĆ© aquella imagen del espejo. Esa que devuelve eso que no queremos ver pero que en definitiva somos, cada uno a nuestro modo . ResistĆ, como pude la estocada que a tientas enfrentaba . Esa que ofrece elegir entre obrar inteligentemente y actuar o fingir que se obra con inteligencia.
Por el viejo ventanal la noche invitaba al desvelo. DecidĆ salir y lo hice en busca de aquellos pechos que conmovieron mis sentidos y esta vez si, aunque sabĆa que de mi ni un solo verbo sincero habĆa salido , esta vez si consintiĆ³ con sus ojos de mar embravecidos
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