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lunes, 24 de marzo de 2025

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El eterno déjà vu de la intolerancia

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Hoy se cumplen 49 años de aquel golpe de Estado que sumergió a Argentina en su noche más oscura, y al mismo tiempo, nos encontramos ante un presente que resuena con ecos inquietantemente similares. Hace casi cinco décadas, un grupo de elegidos por el mandato divino , financiados por la oligarquía y amparados por el gobierno de EEUU sembró el terror a la “amenaza comunista” y so pretexto de “salvar al país”  reprimió, secuestró, torturó y desapareció a quienes osaron pensar distinto.

Y como si eso fuera poco y para hacer gala de su vocación apátrida y cipaya desmantelaron  el Estado, destruyendo la industria nacional y abriendo indiscriminadamente las puertas a importaciones a un dólar barato y una inflación desbocada. La violencia física y el secuestro de vidas se entrelazaron con el cautiverio de las ideas, dejando cicatrices que han marcado la historia del país.

Hoy, en la Argentina financiera de la neodictadura, la represión se disfraza con nuevos nombres, pero la esencia permanece: el Estado actual, en su obstinada falta de voluntad para sostener políticas inclusivas, parece haber heredado esa oscura tradición de silenciar a los disidentes. Así como antes se desaparecían personas mediante torturas y secuestros, hoy se ocultan, marginan y trivializan ideas que podrían desafiar el orden establecido. Se entrega la soberanía de nuestros recursos naturales y se negocian políticas como si se tratara de mercancías en el mercado global, mientras la Escuela de las Américas, símbolo de la manipulación ideológica, se mantiene como un recordatorio de la entrega de la verdad a intereses externos.

La analogía es ineludible: el déjà vu de la intolerancia nos hace cuestionar si hemos aprendido algo de nuestro pasado. Mientras la represión física de aquellos tiempos se transformó en la agresión silenciosa contra la diversidad de pensamiento, la dictadura y el presente convergen en un ciclo en el que el miedo y la desigualdad siguen siendo herramientas para mantener a raya el cambio. ¿Acaso la violencia de ayer y la injusticia de hoy no son dos caras de la misma moneda?

Cada cifra de endeudamiento, cada política de apertura sin control, y cada discurso que estigmatiza a los más vulnerables nos invita a reflexionar sobre el precio de una modernización que se basa en la exclusión. En este eterno déjà vu, la historia se repite en ritmos frenéticos y desgarradores, dejando entrever que la lucha contra la intolerancia es tan urgente hoy como lo fue hace 49 años.

La pregunta que se cierne sobre nuestro futuro es ineludible: ¿podremos romper este ciclo, o seguiremos siendo víctimas de un sistema que, al igual que en aquellos tiempos oscuros, se nutre del silencio y la sumisión de las ideas? El desafío es construir una nueva Argentina, una en la que la memoria no solo se recuerde, sino que sirva de base para forjar un destino de libertad, justicia y respeto por la diversidad.


La sombra del pasado se alarga, pero la historia también es una oportunidad para transformar lo vivido en lecciones y, finalmente, en un futuro donde el valor de las ideas y la vida humana prevalezca sobre la represión y el miedo.

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