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viernes, 1 de noviembre de 2024

Cuando el Paradigma de la Igualdad También Excluye

La “Nueva Inclusión”

Por Charly Escobar

Especial para A32 Premium

En un mundo en constante evolución hacia la igualdad y el respeto, la “inclusión” ha surgido como una bandera poderosa y necesaria, que impulsa transformaciones valiosas en nuestras sociedades. 

Desde no hace mucho tiempo, y gracias a las luchas constantes de una minoría postergada, se han roto techos de cristal, se han cuestionado estructuras patriarcales y se han generado espacios para todas las voces, algo inimaginable hace solo algunas décadas.

Pero este cambio de paradigma que tanto celebramos no ha venido sin sus desafíos y, en ocasiones, sin sus contradicciones. 

Una “nueva inclusión” o la "nueva diversidad" han emergido, donde el progresismo y la necesidad de deconstrucción, en ciertos contextos, se vuelven un nuevo dogma que podría transformarse en el caldo de cultivo para otro paradigma, acaso tan violento como el machista. 

Hoy, los términos "inclusión" o "diversidad" son usados a menudo como una herramienta rígida y excluyente hacia quienes no logran adaptarse a esta renovada normalidad

Si bien es cierto que el cambio cultural exige compromiso y reflexión, la exigencia actual no admite términos medios: debés “deconstruirte” o serás cancelado. 

La "cancelación" no es ni más ni menos que la "desaparición" de todo ámbito de la persona cancelada. Es la negación de la existencia.

Quien no existe no trabaja, no opina, no desea, no sueña, no vive. 

El término "cancelación" no está elegido al azar. Así se refiere la CIA a sus objetivos cuando deben ser eliminados

"No está ni muerto, ni vivo", Recuerdan esa frase? Fue la respuesta que Videla dio ante la pregunta de que era un "desaparecido": Ni muerto, ni vivo. Cancelado.

No hay margen para un aprendizaje gradual o para el error en un proceso de transformación. Aquellos que no se adaptan a la velocidad del cambio se convierten en objetivo de la condena pública, forzados a un tipo de exilio social y mediático. 

La palabra de moda, “cancelación”, se cierne sobre quienes son considerados “no aptos” para esta nueva inclusión, y su influencia no discrimina: lo mismo afecta a hombres que a mujeres, adultos mayores, jóvenes, activistas y profesionales que apenas empiezan a comprender el alcance de estos nuevos valores sociales.

Este paradigma también tiene sus propios excluidos, y, paradójicamente, parece tomar la forma de un “nuevo machismo”: una actitud de superioridad moral, que tacha, sin reparos, a aquellos que, por edad o costumbre, no han alcanzado las expectativas impuestas por una cultura que cambia a un ritmo avasallante. 

En una suerte de fundamentalismo progresista, los adultos mayores son automáticamente etiquetados como obsoletos, intolerantes o “privilegiados”, sin consideración a su trayectoria o su posible voluntad de cambio. 

Las mismas personas que construyeron los cimientos de las libertades que hoy disfrutamos se ven condenadas al ostracismo por no estar al día con la última versión del discurso inclusivo.

La nueva diversidad no acepta que pienses o te expreses por fuera de esos cánones. 

El proceso de cambio cultural, cuando es forzado, pierde su potencial transformador para convertirse en otro modelo de opresión. 

Los movimientos inclusivos deben tener en cuenta que nadie evoluciona desde el miedo o desde la presión; se trata de un camino que debe ser acompañado, no impuesto. 

Los valores de igualdad y respeto por la diversidad no deberían jamás imponerse como una dictadura moral que castiga a quienes se muestran vulnerables, en proceso de aprendizaje o simplemente desactualizados. 

Por supuesto, el cambio es necesario.

Nos alegramos de vivir en una época donde las minorías tienen más espacios y donde el machismo y otras formas de discriminación ya no son toleradas. 

Pero la verdadera inclusión debería ser inclusiva para todos y todas, incluyendo a quienes apenas están tratando de entender este nuevo mundo. 

En la era de la “Nueva Inclusión,” vale la pena preguntarse: ¿Quién vigila a los vigilantes de la moral progresista? ¿Cuándo pasamos de incluir a excluir en nombre de una “inclusión” que nos iguala a la fuerza?

La igualdad es un derecho fundamental, y es deber de todos promoverla. Sin embargo, es vital recordar que el progreso no es una marcha militar. 

Es una invitación, una posibilidad de transformarse y de abrazar la diversidad desde la comprensión y no desde el juicio. 

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