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jueves, 18 de julio de 2024

Oid mortales.

Por Horacio Orgambide // 


La victoria futbolera cruza todas las fronteras que hacen a las tajantes diferencias de esta argentinidad.

Quien aborde la tarea de leer la columna de hoy, se preguntarÔ si ante la obtención de otro logro deportivo es necesario buscarle la quinta pata al gato. No es esa la idea que preocupa al redactor; los gatos generalmente portan cuatro extremidades y eso es algo en que las grietas, si las hay en el caso específico de la anatomía animal, no serÔn determinantes.

Es sabido que la euforia, una vez atravesada y disfrutada por el alma futbolera, no nos exime de que todo vuelva a la rutina del hacer cotidiano. ¿Por quĆ© no dejarlo allĆ­? 

En esta oportunidad y en pleno festejo, algĆŗn cĆ”ntico discriminatorio por parte de los triunfadores generó un debate entre los cómplices hipócritas de las aberraciones libertarias que dicen escandalizarse por una cuestionable corrección polĆ­tica y los alcahuetes que se dicen civilizadores considerando que cuando les place, la libertad autoriza al reduccionismo de que nadie puede criticar lo que decimos. 

Es cierto que uno de los responsables pidió disculpas y quien escribe cree en su arrepentimiento pero sin dudas, la ofensa, es un comportamiento que durante mucho tiempo ha sido la normativa de la victoria.

Yendo un poco mÔs allÔ, es decir, lo que algún lector o lectora denomina "como la quinta pata", no se cuestiona que la defensa de esa interpretación de la libertad, permite extender los alcances de la tendencia a otros Ômbitos de la convivencia.

Si nos quedamos con "las cuatro patas" estamos aceptando que si un pueblo es "blanco", cualquier otra tonalidad no forma parte de la cultura fundante, no es representación vÔlida de hÔbitos y costumbres. No son nosotros.

Convalida que el modelo que rige la legitimidad de la acción polĆ­tica no se da especĆ­ficamente por el acompaƱamiento popular con el voto que puede no aceptar la totalidad de las decisiones,  sino por la operación elaborada por redes sociales. 

Desconocer que la multitud de la que somos parte, que nos atraviesa con intereses contrapuestos que nos cruzan y nos obligan a debatir democraticamente las diferencias, es considerar que nuestra verdad es tan contundente y comprobable que toda postura en disidencia puede ser estigmatiza como golpista, antipatriótica o la sĆ­ntesis de la barbarie. 

¿SerĆ” por eso que debemos naturalizar sin chistar, que seis diputados representantes de una mayorĆ­a del deseo popular consideren que Astiz es un "excombatiente" de la lucha contra el marxismo,que  si un ciudadano, para el caso categorizado de segunda (sobra evidencia), realmente no llegara a fin de mes estarĆ­a muerto en la calle, o que una vicepresidenta en ejercicio, enaltezca la identidad nacional frente al colonialismo opresor, perteneciendo a un gobierno cuyo lĆ­der admira a Margaret Thatcher?.

Para quienes consideran que el debate entre las cuatro o cinco patas de los mininos es irrelevante, dejó en claro que podría abundar con mÔs ejemplos que nos permitirían poner en dudas lo que, por ejercicio del poder, funda el sentido común.

Por eso, oid mortales el grito sagrado ¿Libertad, libertad, libertad?

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