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En momentos en que el Senado de la Nación debate la denominada Ley Bases, el ponente desarrolla este dossier sobre la Excusa.
Bajo que excusa justificarĆ” su voto cada legislador ?
Hoy citaremos al psicólogo boliviano Martin Luther Goldstein, en su ensayo sobre la excusa, publicado en el vespertino de La Prensa, el 28 de febrero de 1963.
Se conoce como excusa al acto y resultado de excusar (es decir, enumerar razones o causas para despojarse de eventuales culpas, no tener ganas de hacer algo, liberar a alguien de una obligación o responsabilidad, impedir que algo perjudicial se concrete).
La excusa, por lo ta
nto, constituye un pretexto que se aprovecha para evitar obligaciones o disculpar alguna omisión. Este concepto, ademÔs, suele emplearse para simbolizar una motivación oculta o que no estÔ considerada como vÔlida.
Los golpes de Estado suelen llevarse a cabo con la excusa de quitar del poder a un gobierno ilegĆtimo o que viola la Constitución.
Sin embargo, dichas acciones siempre esconden otras motivaciones ideológicas, polĆticas o comerciales. La excusa, de esta manera, no constituye un motivo real, sino que enmascara otra voluntad.
En el Ć”mbito del derecho, la excusa o excepción es una justificación de Ćndole jurĆdico que el demandado presenta con el propósito de dejar sin efecto el accionar de quien presenta la demanda (como, por ejemplo, el abono de alguna obligación).
Las excusas son algo muy personal, y es necesario aclarar que en algunos casos quien comete un error e intenta justificar sus acciones, lo hace de manera legĆtima, ya que realmente no cree haber actuado de manera irresponsable o descuidada.
Sin embargo, como sucede con otras cuestiones, estas historias se pierden en un mar de otras, que se basan en mentiras para evadir la propia culpa. Los seres humanos somos expertos en buscar explicaciones para nuestros fallos, que consigan convertirnos en vĆctimas; olvidamos que equivocarse es inherente a nuestra especie y que nuestras equivocaciones son piedras preciosas que encontramos en el camino, ya que nos permiten crecer y evolucionar.
Lamentablemente, esta actitud se cultiva en nosotros desde que nacemos, a través de nuestros padres. Ellos cometen faltas, como cualquier ser humano, y es sano que un niño advierta los errores de sus mayores, para entender desde el comienzo que la perfección no existe; sin embargo, cuando comienza a presenciar la justificación desmedida, se forma en su mente un miedo a equivocarse y una necesidad imperiosa de ocultar cualquier paso en falso.
Asà nos desarrollamos, aprendiendo a culpar a los maestros por nuestras calificaciones bajas, al gobierno por nuestra falta de dinero, a la sociedad por nuestras actitudes vandÔlicas y, como nadie puede escapar de sus responsabilidades, a nuestros padres por cualquier problema que no podamos adjudicar a nadie mÔs.
Las excusas son como una droga, y las personas que dependen de ellas no consiguen lo que buscan, probablemente porque no buscan lo que realmente necesitan o porque no tienen un objetivo concreto.
No es agradable tratar con aquĆ©llos que lo justifican todo en lugar de asumir sus responsabilidades, pero es necesario entender que existe un problema de raĆz que los impulsa a escudarse todo el tiempo y que dicha actitud surge de la falta de conformidad con la propia vida.
Quien considera que su accionar no representa un error no siente la necesidad de dar explicaciones ni se irrita si alguien se las exige.
La persona doctorada en el arte de las excusas recurre a ellas como mecanismo de defensa. Hacer uso del pretexto y de la justificación mÔs estrambótica ante cada error o incompetencia, es un modo de disimular las inseguridades, de proteger el propio ego.
Poner excusas, es el incansable hƔbito que define a muchas personas.




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