Por Horacio Orgambide
Si han simulado un conato de ofensa comĆŗn, pero no mĆ”s que eso.
Ese supuesto dolor ha favorecido un tema de conversaciĆ³n que de improviso, derramado sobre la mesa, pudo abrirse con desenfado al menos por una noche.
Siempre hablamos de lo mismo me dije y me respondĆ que todo aquello de lo que se hable, esencialmente, termina siendo lo mismo.
Hay un tercer yo que piensa toda discusiĆ³n como estĆ©ril y que habrĆa que romper con la dependencia del lenguaje, que aunque nos parezca propio en verdad, nos esclaviza. Somos demasiados en este "multiloquio" dice un cuarto yo que desea un poco de aire fresco.
La duda pasĆ³ de moda, no hay tiempo para volver a preguntar. La construcciĆ³n de una verdad tras otra obliga a actuar en consecuencia. Cuando mĆ”s libertad reclamamos mĆ”s consolidados la dependencia.
La crueldad es la bandera con la que se enarbola la suma de causas vacĆas de reflexiĆ³n.
La otredad ya no nos interpela, evidenciando que el otro, mƔs presente que nunca como el distinto debe ser invisibilizado, eliminado. SerƔ la hora de la mismidad?
Terminamos por vernos donde no estamos?
Acaso yo sea tantos que no los pueda nombrar.
El "multiloquio" no arroja ni una sola certeza. Todos los que estamos en mĆ tramamos estrategias que nos permitan disentir sin fraccionarnos, sin perdernos.
Concluimos que algunos de mis yoes debe regresar al bar.
No sabemos cuƔl de nosotros elegir.
Nos es indispensable recabar informaciĆ³n para que todos mis contendientes internos podamos discutir sobre las interpretaciones ante la supuesta inexistencia de los hechos. Quien decida enfrentar la misiĆ³n deberĆ” alistar el traje de la hipocresĆa fundante de toda relaciĆ³n social.
Una amiga insiste en afirmar que los conflictos se enfrentan con las herramientas disponibles. Mis yoes las andan buscando en el relato que surge entre las luces y las sombras del encuentro en eso que Jorge AlemĆ”n dio en llamar soledad comĆŗn.
Sobre el final de esta pobre, insuficiente disquisiciĆ³n, se escuchan tambores que sumados unos a otros crean en la multiplicidad de sus funciones una melodĆa tribal. Se detienen, arrancan, discuten entre sĆ la construcciĆ³n de una melodĆa comĆŗn.
Mis yoes, por primera vez de acuerdo en toda nuestra vida, acuerdan en que tal vez se trate de seguir ensayando.
Tal vez decimos, sĆ³lo tal vez.
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