La derecha argentina y la persistencia del odio como política - A32 Noticias

Lo Último

banner de cabecera

Publi top post

domingo, 27 de julio de 2025

La derecha argentina y la persistencia del odio como política

 
La vandalización del busto de Eva Perón en Marcos Paz no es un hecho aislado. Es apenas el último eslabón de una cadena que atraviesa décadas de la historia argentina y que tiene a la violencia simbólica como marca registrada de una derecha que, lejos de asumir su fracaso como proyecto político, canaliza su impotencia destruyendo lo que no puede comprender.

Desde aquel “Viva el cáncer” pintado en las paredes en 1952 hasta la quema de libros, los fusilamientos clandestinos y la demolición de símbolos populares durante la dictadura, la derecha argentina ha hecho del odio una práctica sistemática. Cuando pierde en las urnas, se venga en la calle. Cuando no convence, impone. Cuando no logra construir, destruye. Y cuando vuelve a tener la oportunidad de gobernar, como ocurre ahora bajo el discurso ultraliberal, esa violencia deja de ser subterránea para transformarse en bandera.

La figura de Evita, tal como lo denunció el Consejo del Partido Justicialista de Marcos Paz, concentra todo aquello que incomoda a quienes ven al pueblo como un obstáculo. Justicia social, organización popular, dignidad de los humildes. Por eso la atacan una y otra vez. En 1955 dinamitaron su busto. En 2025 lo rayan, lo quiebran, lo mutilan. La metodología es la misma: borrar de la historia lo que no pueden borrar del corazón de millones.

Hoy la extrema derecha tiene un nombre y un estilo: el de Javier Milei y sus imitadores. Lo preocupante es cómo ese mensaje violento baja en cascada. Las palabras importan. Cuando desde el poder se naturaliza hablar de aniquilar, exterminar, desaparecer o “romperle el culo” al adversario, lo que se habilita no es un debate: es la barbarie. No es casual la elección de esos términos: hay en ellos una carga sexual, fálica, de sometimiento al otro que excede la política. La amenaza se vuelve un goce, una especie de deporte que mezcla humillación con revancha social.

El libertarismo que hoy se muestra como novedad no es otra cosa que la versión aggiornada de viejas recetas reaccionarias. Un proyecto entreguista, anti-patria y autoritario, donde el diferente no es adversario sino enemigo a destruir. La violencia discursiva se convierte en actos concretos: se vandalizan bustos, se queman banderas, se persiguen artistas, se hostiga a docentes, se demoniza a los pobres.

Los bustos, las banderas y los murales son apenas símbolos. Pero su destrucción constante revela algo más profundo: una decadencia cultural. Una incapacidad de convivir con el disenso. Una pobreza política que no tiene nada que proponer, y por eso sólo sabe arrasar.

El odio es una política. Y el vandalismo, una forma de expresión. Desde aquel "Viva el cáncer" hasta el presente, las mismas manos que no saben construir el país que sueñan se dedican a ensuciar, romper o insultar lo que otros levantaron. Lo que no pueden borrar es que, mientras exista memoria, la imagen de Evita —y todo lo que representa— seguirá volviendo, con busto, sin busto, pintada o vandalizada. Y esa es la derrota más grande de los violentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Publi Bottom Post

Comprometidos con la verdad