Es curioso el Roma. AĆŗn siento que se debate entre lo clĆ”sico y lo disruptivo. Y en esa dicotomĆa, creo, radica su verdadero encanto.
Entre esas penumbras y el parpadeo de luces bubujeantes, Zoom se consagró anoche como el rugido del rock argentino.
La banda integrada por Ariel MejĆs en guitarra, Pablo Ares en bajo, Marcelo Canu en baterĆa y Miguel Busetta en guitarra y voz brindaron un espectĆ”culo que partió el alma y encendió la furia de quienes allĆ nos congregamos por la mĆŗsica
Fue un viaje, una travesĆa musical que dejó claro que en este suelo el rock no es solo mĆŗsica, sino pura vida y un grito de rebeldĆa y pasión.
La noche arrancó con "Tren de regreso al olvido", una rola tan potente que cada acorde parecĆa arrancar aliento a la oscuridad. Con la participación especial de Juan Felipelli, quien se lució haciendo que su viola llorase el desgarro del desamor, la banda arrancó a desatar un tsunami emocional que no dejó indiferente a nadie. Fue como si cada nota llevase un pedazo del alma de los que aĆŗn sufren, pero se niegan a rendirse.
Pero no todo fue furia; Zoom nos regaló "Pato de Luz", una balada que rinde homenaje al querido Pato Izaguirre, pionero del rock local, recordÔndonos que entre tanta tormenta, siempre hay espacio para la nostalgia y la ternura.
La velada se volvió un viaje sensorial con "JazmĆn", donde la delicadeza de cada acorde flotaba en el aire y acariciaba el corazón del que estaba en la sala. Fue una especie de pausa poĆ©tica, un respiro que dejaba entrever que el rock tambiĆ©n puede ser combustible para las fantasĆas.
Luego llegó "Noche de Sapos" y "Carnaval Esmeralda", dos temas que nos hicieron saltar de la butaca con destellos de locura y energĆa. Las guitarras, pinceles y la baterĆa marcaba el pulso de una fiesta irreverente, donde cada nota era una bofetada en la cara del conformismo.
El broche de oro lo puso "Como un alma entre dos mundos", uno de esos éxitos que se graban en la memoria colectiva. El cierre fue tan impactante que, cuando la última nota se apagó, la sala quedó de pie, rugiendo en agradecimiento y exigiendo mÔs, porque el rock se vive, se siente y se comparte.
La solidez del bajo de Pablo Ares, la fuerza arrolladora de Marcelo Canu en la baterĆa y la sonoridad cristalina de Ariel MejĆa fueron la base perfecta para que Miguel Busetta desplegara toda su maestrĆa y transformara la noche en un ritual de rock genuino. Zoom no es solo una banda, es el reflejo de la historia del rock en Marcos Paz, una prueba de que la autenticidad y la rebeldĆa siguen latiendo en cada rincón de nuestro pueblo.
El pĆŗblico, sediento de volver a sentir el latido del verdadero rock, se entregó sin reservas. Aplaudieron, vitorearon y, sobre todo, se dejaron llevar por esa fuerza que nos une a todos: la pasión por la mĆŗsica y la libertad. En un mundo de falsificaciones y discursos vacĆos, Zoom nos recordó que el rock sigue siendo una lucha eterna por la verdad y la emoción.
Entre luces y sombras, entre el eco de guitarras y el retumbar de tambores, la banda se despidió dejando a la gente de pie, con la promesa tÔcita de que volverÔn. Porque, en esta tierra de infinidad de historias, Zoom es una de esas que se cuentan con orgullo, un legado que trasciende generaciones y que, sin duda, seguirÔ resonando en cada acorde del rock argentino.
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