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sƔbado, 15 de marzo de 2025

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Zoom - Potente y embriagador

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Es curioso el Roma. AĆŗn siento que se debate entre lo clĆ”sico y lo disruptivo. Y en esa dicotomĆ­a, creo, radica su verdadero encanto. 

Entre esas penumbras y el parpadeo de luces bubujeantes, Zoom se consagró anoche como el rugido del rock argentino. 

La banda integrada por Ariel Mejís en guitarra, Pablo Ares en bajo, Marcelo Canu en batería y Miguel Busetta en guitarra y voz brindaron un espectÔculo que partió el alma y encendió la furia de quienes allí nos congregamos por la música

Fue un viaje, una travesía musical que dejó claro que en este suelo el rock no es solo música, sino pura vida y un grito de rebeldía y pasión.

La noche arrancó con "Tren de regreso al olvido", una rola tan potente que cada acorde parecía arrancar aliento a la oscuridad. Con la participación especial de Juan Felipelli, quien se lució haciendo que su viola llorase el desgarro del desamor, la banda arrancó a desatar un tsunami emocional que no dejó indiferente a nadie. Fue como si cada nota llevase un pedazo del alma de los que aún sufren, pero se niegan a rendirse.

Pero no todo fue furia;  Zoom nos regaló "Pato de Luz", una balada que rinde homenaje al querido Pato Izaguirre, pionero del rock local, recordĆ”ndonos que entre tanta tormenta, siempre hay espacio para la nostalgia y la ternura. 

La velada se volvió un viaje sensorial con "Jazmín", donde la delicadeza de cada acorde flotaba en el aire y acariciaba el corazón del que estaba en la sala. Fue una especie de pausa poética, un respiro que dejaba entrever que el rock también puede ser combustible para las fantasías.

Luego llegó "Noche de Sapos" y "Carnaval Esmeralda", dos temas que nos hicieron saltar de la butaca con destellos de locura y energía. Las guitarras, pinceles y la batería marcaba el pulso de una fiesta irreverente, donde cada nota era una bofetada en la cara del conformismo.

El broche de oro lo puso "Como un alma entre dos mundos", uno de esos éxitos que se graban en la memoria colectiva. El cierre fue tan impactante que, cuando la última nota se apagó, la sala quedó de pie, rugiendo en agradecimiento y exigiendo mÔs, porque el rock se vive, se siente y se comparte.

La solidez del bajo de Pablo Ares, la fuerza arrolladora de Marcelo Canu en la batería y la sonoridad cristalina de Ariel Mejía fueron la base perfecta para que Miguel Busetta desplegara toda su maestría y transformara la noche en un ritual de rock genuino. Zoom no es solo una banda, es el reflejo de la historia del rock en Marcos Paz, una prueba de que la autenticidad y la rebeldía siguen latiendo en cada rincón de nuestro pueblo.

El público, sediento de volver a sentir el latido del verdadero rock, se entregó sin reservas. Aplaudieron, vitorearon y, sobre todo, se dejaron llevar por esa fuerza que nos une a todos: la pasión por la música y la libertad. En un mundo de falsificaciones y discursos vacíos, Zoom nos recordó que el rock sigue siendo una lucha eterna por la verdad y la emoción.

Entre luces y sombras, entre el eco de guitarras y el retumbar de tambores, la banda se despidió dejando a la gente de pie, con la promesa tÔcita de que volverÔn. Porque, en esta tierra de infinidad de historias, Zoom es una de esas que se cuentan con orgullo, un legado que trasciende generaciones y que, sin duda, seguirÔ resonando en cada acorde del rock argentino.

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