MaƱana frĆa la de hoy. Aguardo por un hijo de tres en la puerta del pasillo. Traspaso la reja de entrada. A los ojos de los pocos transeĆŗntes, su arribo, el diĆ”logo corto, bien concreto e indescifrable a la distancia y la entrega secreta de un sobre que urge tramitar, puede verse como un pequeƱo acto de espionaje; una transacciĆ³n ilegal.
DejarĆ© que los lectores, si estĆ” en su Ć”nimo, especular a mansalva, crear la historia que les apetezca. No depende de mĆ, ni quiero facilitar datos al respecto.
SegĆŗn decida el paladar del consumidor podrĆ” develarse el misterio, que insisto, puede ser cualquiera.
Todo aquello que invite a la imaginaciĆ³n, facilita la fuga de los conflictos propios. Salir de si, completar los puntos suspensivos del formulario de las vidas ajenas, es volver a jugar.
Jugar como adultos, desoyendo las propuestas publicitadas para el entretenimiento.
Sin copiar las recomendaciones tutoriales, sin hoja ni bolĆgrafo para tomar nota; desentenderse de las tendencias y los catĆ”logos.
Mientras tanto, dos gorriones se baƱan y hacen piĆ© en el hilo de agua que corre lentamente bajo el cordĆ³n de enfrente. Esa mĆnima corriente es el arroyo disponible en el marco urbano.
Zarandean las plumas, beben levantando las cabecitas, ejecutan gorjeos cortos invitando a la bandada a sumarse a la fiesta. Y si, es lo que tiene el gorriĆ³n. No anda por la maƱana temprano con encomiendas ni capucha, misteriosamente oculto, generando sospechas, recreando historias, operaciones dudosas por descubrir.
Desnudos te desnudan la mirada. Su lenguaje indescifrable te coloca a la distancia exacta para la observaciĆ³n. Todo estĆ” dado segĆŗn indiquen sus espectativas.
Ya dentro de la casa y bajo la ducha, en un silencio que hoy pesa mĆ”s que de costumbre, termino el ritual del baƱo sentado en el piso para que el agua golpee y entibie el cuerpo, asĆ como es, sin alas.
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